Parece cuento, pero hacia fines del siglo XIX en el borde sudeste de la
ciudad capital, en terrenos pantanosos y anegadizos, una aldea o casi un
pueblo con características propias, únicas e irrepetibles, con
preponderancia de inmigrantes italianos, en su mayoría genoveses, estaba
destinada a ser tierra de pintores. La zona, que por su ubicación geográfica
obtuvo como nombre el de La Boca del Riachuelo de los Navíos, alcanzó en
poco tiempo un significativo desarrollo social, económico y cultural pese a
las adversas condiciones originarias, llegando a obtener reconocimiento
mundial gracias a que entre sus límites surgió una auténtica escuela que
revolucionó las bellas artes, no sólo de Argentina.
Desde aquella margen del Riachuelo y en medio del paisaje multicolor de
casas de madera y chapa se renovó conceptualmente la pintura nacional y
trascendió sus fronteras reales e imaginarias de la mano de figuras
indelebles como Alfredo Lazzari, Quinquela Martín, Fortunato Lacámera,
Miguel C. Victorica, Miguel Diomede, Marcos Tiglio, Juan C. Miraglia, José L.
Menghi, Juan A. Bassani, Alonso Casellas, Aldo Severi y Rómulo Macció,
entre muchos otros.
En ese proceso tuvo vital protagonismo la Agrupación Gente de Arte y
Letras Impulso, fundada por muchos de aquellos grandes maestros el 23
de marzo de 1940 y que desde el mágico y húmedo barracón de la calle
Lamadrid al 300, entre la mítica calle Necochea y la Avenida Brown, a
pocos pasos de la legendaria mole de hierro del Puente Trasbordador,
realiza su invalorable tarea desde hace tres cuartos de siglo.
Diego Barovero, Horacio Spinetto
